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Peruanososcuros


sábado, 27 de febrero de 2010

JOY DIVISION LA HISTORIA






JOY DIVISION
dead souls (I)



_Peter Hook, Bernard Sumner, Ian Curtis y Stephen Morris, o lo que es lo mismo, Joy Division, crearon un legado imprescindible para entender muchas de las deformaciones y evoluciones que ha sufrido el Rock en los últimos casi treinta años. Admirados por Jane’s Addiction, NIN y Radiohead, entre otros iconoclastas sonoros, es hora de repasar la trayectoria de la formación mancuniana, incluyendo el biopic del celebérrimo Anton Corbijn.



_CORAZÓN Y ALMA
por Ignacio Reyo.


En los años setenta no todo el Rock era aburrido y tedioso. Por mucho que las hagiografías lo digan, el Punk no nació tanto de una rebeldía frente a los dinosaurios como de la lógica evolución del Glam y, directamente, de la insatisfacción ante un panorama social desolador. Los jóvenes de la época tenían ante sí un futuro vacío, sabían que su vida iba a ser una auténtica mierda. El Punk surgió de la queja estéril (esto lo sabemos ahora) hacia un gobierno sordo y una madurez hecha de sudor, desaliento, fracaso. Digamos que había punks que se conformaban con eso, digamos que había otro tipo de punks que no solo querían decir al mundo que te jodan, sino también que estaban jodidos. En esa segunda hornada, creados como idea tras ver a Sex Pistols en la grisácea Manchester, surgieron Joy Division (previamente Warsaw), un grupo con nombre de incómodo mito. Joy Division es la denominación que se da en la novela “The House Of Dolls”, de Ka-tzetnik 135633, al grupo de mujeres judías objeto de esclavismo sexual en los campos de concentración nazis. ¿Coqueteos frívolos con el nazismo, recordando aquello que dijo Bowie de que Hitler fue el primero que puso en escena una nación? A pesar de la fascinación que atraía a cualquier joven por ese convulsionante, terrible periodo del siglo veinte, el nombre solo era un guión más de las lecturas de Ian Curtis, el chico que llevaba garabateado a la espalda de su cazadora de aviador la palabra hate.



Los medios generalistas se han empeñado en dibujar a Ian Curtis como la precuela de lo que debe ser un mártir según el Grunge. El suicidio como último acto romántico, en realidad es invariable final para quien vive con los índices de serotonina bajos y varios frentes acuciantes sin resolución fácil. Más allá del desgarro emocional que vivía Ian Curtis, debido a su infidelidad marital con una sofisticada groupie belga, el auto asesinato debería buscarse en una conciencia alterada por la epilepsia y, casi peor, los efectos secundarios de las pastillas contra la misma que le serían recetadas. Teniendo en cuenta que a día de hoy, año 2009, la psiquiatría todavía sigue en pañales en lo referente a las enfermedades mentales o trastornos neurológicos, con los médicos jugando a la ruleta rusa de las pastillas, probando hasta creer encontrar una solución eficaz (en muchas ocasiones anulando al individuo), solo hace falta echar un poco de imaginación para visualizar el cuadro de Curtis en la época. Al por entonces joven epiléptico, de convulsa vida emocional, se le dan a probar una ingente cantidad de pastillas de potentes efectos secundarios para refrenar su enfermedad. La rutina inherente a un grupo de Rock, bañada de alcohol, no hace sino llevar la confusa mente del enfermo a inhóspitos lugares, donde la palabra suicidio bien puede significar descanso. Intentar descifrar paso tan terrible se antoja ardua tarea. El celebérrimo Anton Corbijn, que inmortalizó a Joy Division por partida doble (fotográficamente y en cine) se pudo acercar a la realidad declarando que nadie podía suicidarse solo por el amor de dos mujeres, añadiendo la epilepsia como principal factor a tener en cuenta. Astuta reflexión que Corbijn no terminó de plasmar en su correcto biopic del malogrado cantante, “Control”.

La música de Joy Division, entre el Punk, el matrimonio berlinés Bowie-Eno y el Kraut, pasado por el tamiz del excéntrico productor Martin Hannett, con las asfixiantes imágenes que cantaba Curtis, han sido un punto referencial en el mainstream, de manera más o menos velada. Su influencia ha terminado llegando a la copia edulcorada en grupos como Interpol o Editors, intentando recoger la lúgubre, atmosférica concepción del grupo mancuniano. Y es que el ambiente en el que crecieron y desarrollaron su corta vida Joy Division, es el cincuenta por ciento de su personalidad. No puedes impostar una vida grisácea en un lugar tan aburrido e industrial como Manchester y crear esa música tan especial. Solo un grupo casi coetáneo a ellos, como The Sound, llegaron a sonar de manera tan tremendista, existencialista, de natural. Desgraciadamente, la carrera de los imprescindibles The Sound también se vería truncada por los problemas psiquiátricos de su cantante, Adrian Borland, que terminaría suicidándose años después de desaparecer el grupo. Igual que otros ilustres de Manchester, como los Throbbing Gristle de Genesis P-Orridge (amigo de Curtis) o The Smiths, Joy Divison fueron únicos. “Joy Divison eran del norte de Manchester. Es como una ciudad de ciencia ficción. No se parece en nada al sur. Todo es arqueología industrial, plantas químicas, almacenes, canales, vías de tren, carreteras que no tienen ninguna consideración por las zonas que atraviesan. En el norte de Manchester la incidencia de enfermedades graves es un cincuenta por ciento superior al del resto del país. Deprimente, ¿verdad?”. Con estas palabras de Martin Hannettno es de extrañar que Joy Division sea el grupo que más ha versionado Trent Reznor. Pero, a pesar de la clara concepción urbanita y siniestra de su música, su paleta no está exenta de contrastes. De la misma manera que Terry Gilliam sacó la inspiración para su película “Brazil” en Manchester (un obrero apoyado en una pared tarareaba la famosa tonada), la solemne y suicida “Love Will Tear Us Apart” de Joy Division puede convertirse en una bossa nova gracias a la transformación que acometen los franceses Nouvelle Vague. Y es que, más allá de esas letras, llenas de imágenes asfixiantes, de esa producción tan fría, de la mitología recurrente a la hora de hablar de ellos, Joy Division eran grandes compositores de canciones, tanto de melodía Pop, caso de la ya citada “Love Will Tear Us Apart”, catártica emoción, como “Atmosphere”, o raigambre Punk, estilo “Warsaw”. Es normal que sus temas den juego a versiones diferentes, adaptándose a distintos estilos musicales, y siendo grupo de referencia tanto para góticos como indies o grunges.


En el caso del Rock siniestro, siempre se cita a Joy Division como uno de sus pilares fundamentales, banda pionera del movimiento junto a The Cure y Bauhaus, entre otras. A diferencia de los de Robert Smith y Peter Murphy, en Joy Division no había una estética oscurantista, ni maquillaje, por mucho que Curtis fuera fan de David Bowie (como casi todo inglés en 1972). Los tres tenían características comunes; el bajo como instrumento clave, cierto enfoque artístico (las portadas, las referencias a escritores), el sonido claustrofóbico…pero, tanto en letras como en escena, The Cure y Bauhaus eran más afectados, más acordes a lo que se conoce como movimiento gótico. Joy Division serían, en su perfil de banda sonora de su época, rock existencialista, furioso, vibrante, un híbrido entre Kraftwerk, J.G. Ballard, el Punk y The Doors.



A lo largo de su efímera carrera, observamos el paso entre la inmediatez y agresión sonora del Punk, hasta los desarrollos más complejos, las atmósferas más cuidadas, del tenebroso y suicida “Closer”, acogiendo la influencia Kraut y regurgitándola en un sonido particular y asfixiante, con una canción de inicio de título tributario al escritor de “Crash”, “Atrocity Exhibition”, o, un paso antes, el oscurantismo urbanita de “Unknown Pleasures”. En esa evolución sonora tuvo mucho que ver Martin “Zero” Hannett. Si se escucha el bootleg “Warsaw”, donde se incluyen, entre otras cosas, una maqueta de once canciones que hicieron para la discográfica RCA, se observará un grupo de caracteres muy personales, pero sin todavía haber irrumpido y transformado sus canciones en algo más que Punk, misión más que cumplida por parte de Hannett, del que incluso se llegó a editar un álbum de Joy Division con algunas de sus mezclas alternativas y rarezas, “Martin Hannet’s Personal Mixes”, únicamente recomendable para fans. Antonio Arias, cerebro y alma de Lagartija Nick, es otro entusiasta del sonido que les dio el extraño productor, y así queda reflejado en sus palabras: “De Joy Division me encanta esa producción tan gélida, tan fría…yo no sé lo que hicieron, pero aquello suena a mármol por todas partes. Ese escalofrío no lo tienen los grupos de hoy día. Cualquiera que se pone un disco de Joy Division le queda el cuerpo cortado”. Esas coordenadas sonoras y de producción tan particulares las mantendrían Bernard Sumner, Stephen Morris y Peter Hook en los inicios de New Order, en su single debut, “Ceremony” (un tema con letra de Ian Curtis y que llegaron a tocar como Joy Division en directo), y su primer álbum, “Movement”. Lo que vendría después, tras el descubrimiento de algunas sustancias químicas, sería ya otra historia, pero es obvio que New Order nació como una continuación lógica de Joy Division, trabajando con el mismo productor y variando, con un enfoque más comercial, lo ya contenido en “Closer”. Hasta el nombre tiene, de nuevo, reminiscencias nazis, jugando a la provocación, y que tantos disgustos daría en los comienzos a Joy Division, asistiendo a sus conciertos verdaderos seguidores del nazismo, insultados en escena por Ian Curtis.

Otra cuestión, esta vez extramusical, que fue básica en su devenir, es la firma con el sello Factory, del inefable Tony Wilson. La vida del sello y el personaje sería plasmada en el cine en la película “24 hour party people”, de Michael Winterbottom, en clave de comedia. La forma de hacer negocios de Tony Wilson era de todo menos usual. Él en sí mismo hacía de la excentricidad norma, siendo objeto de aventuras y desventuras con los grupos a los que firmó, llevándose la palma los alocados Happy Mondays. Wilson tuvo en Joy Divison su mayor referencia artística, que no comercial (esta sería New Order), de sello. Parte de su vida es indisociable de Joy Division, y viceversa. Gracias a él pudimos disfrutar de su música sin ataduras ni filtros, aparte de esas portadas tan frías y enigmáticas creadas por el artista Peter Saville, estrecho colaborador de Factory.



El resto de la historia, sería meternos en terrenos tan pantanosos como propios de la prensa de papel cuché. Es obvio que el matrimonio prematuro, la infidelidad que cometió Curtis, su progresivo abandono de esposa e hija, la llamada del éxito y la falsa notoriedad del Rock, sus continuos ataques epilépticos, influenciaron en su forma de encarar el mundo y, sobre todo, de traspapelar ese mundo a su forma de cantar, de escribir, de comportarse en escena. Su final, tan poético como inmaduro y egoísta, ahorcándose tras escuchar “The Idiot”, dos meses antes de cumplir veinticuatro años, duele por dejarnos huérfanos de un talento único e irrepetible. El resto, son cuestiones morbosas para mitómanos sin corazón, ni alma.

“Yo también nací en Manchester, de modo que Ian Curtis fue un gran fan de Throbbing Gristle. Sólo leyendo sus textos, esa poesía, con lo joven que era... te dabas cuenta que era un genio. Las canciones, las melodías, toda su trayectoria, cómo maduró a ese nivel... Poseía un gran talento. Era un hombre fantástico y muy, muy sentimental”. Genesis P-Orridge



_la próxima semana continuaremos este viaje por el universo de Joy Division e Ian Curtis.

Articulo cedido gentilmente por su autor para PERUOSCURO de PAISAJES ELECTRICOS MAGAZINE.

1 comentario:

Anónimo dijo...

wuau